sábado, 26 de noviembre de 2011

El secreto de la Felicidad tambien depende de los genes.



Con frecuencia salen a la luz estudios científicos que buscan determinar por qué la gente se siente feliz. Cualquiera pensaría que la clave está en gozar de buena salud, tener armonía con la pareja, un trabajo estable con buen salario y poder satisfacer los gustos particulares. Aunque varias investigaciones han afirmado que estos factores externos son importantes para determinar el nivel de satisfacción de una persona, un nuevo estudio del Instituto de Investigación Empírica en Economía, de la Universidad de Zúrich, Suiza, encontró que la felicidad depende también de los genes, y que algunas razas son más propensas a ella.


El trabajo, titulado Genes, Economics and Happiness, tomó por referencia algunos estudios pasados en los que se había concluido que existe predisposición genética para ser feliz. Los autores recurrieron al mismo método utilizado por estos expertos para ratificar su teoría. Reunieron a un grupo de gemelos y mellizos para preguntarles sobre su felicidad y, en el caso de los primeros, las respuestas fueron muy parecidas a las de los segundos. Esto sucede porque los gemelos comparten el 100 por ciento de su ADN, mientras que los mellizos tan solo el 50. Según Jan-Emmanuel De Neve, coautor del estudio y profesor de London School of Economics y University College London, estos resultados demostraron que "al menos un tercio del nivel de felicidad de las personas está relacionado con la genética", según dijo a SEMANA.

Sin embargo, De Neve y sus colegas fueron más allá. Analizaron el ADN de 2.500 personas y encontraron un gen que está directamente relacionado con el nivel de satisfacción de las personas. Se trata del 5-HTT, el cual ayuda a las células nerviosas a reciclar serotonina, una sustancia química ubicada en el cerebro vinculada con el estado de ánimo. Cada persona nace con dos versiones de este gen, uno por parte del padre y otro de la madre. Los investigadores descubrieron que quienes heredan las versiones cortas de dicho gen son menos felices que los que nacen con las largas.

Pero lo más interesante del hallazgo es que algunas razas son más propensas a poseer este gen en su versión larga. Aunque la muestra fue realizada con residentes en Estados Unidos, los autores dividieron los resultados por origen étnico y encontraron que el 5-HTT largo es más común en los afroamericanos, los blancos y los latinos que en personas de origen asiático. Estos resultados concuerdan con otros estudios a nivel global que revelan que en los países de Asia el nivel de felicidad es bajo, mientras que en los de África sucede lo contrario. Esto no es sorpresivo si se tiene en cuenta que ese es el continente más diverso a nivel genético, pues allí evolucionó la raza humana y surgieron todo tipo de mestizajes cuando emigraron a otros continentes.

Si bien quedó demostrado con esta investigación que la influencia genética es un hecho y determina en cierta medida la felicidad, los autores afirman que esta es muy compleja y depende también de otros factores socioculturales como el nivel de educación, el estado civil e incluso la edad, los cuales hacen variar los índices de satisfacción de la gente. "Los genes y el medio ambiente interactúan hasta cierto punto. De todas maneras, está claro que son complementarios y por sí solos no pueden determinar la felicidad de una persona", dijo De Neve a SEMANA. Este hallazgo es un nuevo paso para entender más a fondo las razones por las que algunos tienden a tener pintada con más frecuencia una sonrisa en el rostro.


http://www.semana.com/vida-moderna/secreto-felicidad/167755-3.aspx




lunes, 6 de junio de 2011

Que es la felicidad? Hablar, reír y darnos besos

Hay situaciones en la vida que jamás se olvidan. Algunas de ellas, en mi caso, fueron ciertas clases de facultad. Una de ellas fue el primer día de la asignatura Electricidad y Magnetismo. Lo recuerdo como si fuera ayer. El profesor llegó, cogió una tiza y mientras escribía en la pizarra dijo:

- Hay cuatro fuerzas en la Naturaleza: las nucleares (fuerte y débil), la gravedad y el electromagnetismo. ¿Son las cuatro independientes o son más bien diferentes expresiones de una única Fuerza? – y con toda la seriedad y sin la más leve sonrisa, mirándonos a todos, añadió – No se sabe. Si algún día uno de vosotros puede demostrar esto, tiene el Nobel asegurado. En esta asignatura, hablaremos del electromagnetismo.

Fue la primera vez que vi a un profesor tratarme como un futuro colega más que como un alumno y ese profesor fue siempre receptivo a que le hiciéramos preguntas. Aprendí muchísimas cosas de él. Sobre hacer preguntas os hablaré en nuestra historia de hoy.

Hay preguntas ingenuas, preguntas tediosas, preguntas mal formuladas, preguntas planteadas con una inadecuada autocrítica. Pero toda pregunta es un clamor por entender el mundo. No hay preguntas estúpidas. Los niños listos que tienen curiosidad son un recurso nacional y mundial. Se los debe cuidar, mimar y animar. Pero no basta con el mero ánimo. También se les debe dar las herramientas esenciales para pensar.

Este párrafo anterior es la culminación de un par de páginas del libro, ya citado muchas veces, El mundo y sus demonios. Coincido con Carl Sagan y con Isaac Asimov en que las preguntas de los niños y jóvenes son las más temibles que puede uno recibir. Y, por supuesto, si sus preguntas son las más temibles, sus respuestas llegan a ser de lo más impresionante. Y es que los niños lo ven todo con una óptica mucho más sencilla que la nuestra.

Ya Charles Darwin, en su libro “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” nos explicaba que en cierta ocasión preguntó a un niño de unos cinco años qué era para él ser feliz. Sin pensárselo dos veces, el niño le contestó:

- Hablar, reír y darnos besos.

Una maravillosa respuesta que dejaría a cualquiera fuera de combate, ¿verdad?.

Pues bien, desgraciadamente, de mayores perdemos esa fantástica cualidad de los niños: hacer preguntas. Hemos de intentar no inculcar el miedo a hacer preguntas a nuestros menores ni a nosotros mismos. Pero voy a dejar que os lo explique el maestro Sagan, que lo hace mucho mejor de lo que lo podría hacer yo mismo.

Excepto para los niños (que no saben lo suficiente como para dejar de hacer las preguntas importantes), pocos de nosotros dedicamos mucho tiempo a preguntarnos por qué la naturaleza es como es; de dónde viene el cosmos, o si siempre ha estado allí; si un día el tiempo irá hacia atrás y los efectos precederán a las causas; o si hay límites definitivos a lo que deben saber los humanos. Incluso hay niños, y he conocido algunos, que quieren saber cómo es un agujero negro, cuál es el pedazo más pequeño de materia, por qué recordamos el pasado y no el futuro, y por qué existe un universo.

De vez en cuando tengo la suerte de enseñar en una escuela infantil o elemental. Encuentro muchos niños que son científicos natos, aunque con el asombro muy acusado y el escepticismo muy suave. Son curiosos, tienen vigor intelectual. Se les ocurren preguntas provocadoras y perspicaces. Muestran un entusiasmo enorme. Me hacen preguntas sobre detalles. No han oído hablar nunca de la idea de una “pregunta estúpida”.

Pero cuando hablo con estudiantes de instituto encuentro algo diferente. Memorizan “hechos” pero, en general, han perdido el placer del descubrimiento, de la vida que se oculta tras los hechos. Han perdido gran parte del asombro y adquirido muy poco escepticismo. Les preocupa hacer “preguntas estúpidas”; están dispuestos a aceptar respuestas inadecuadas; no plantean cuestiones de detalle; el aula se llena de miradas de reojo para valorar, segundo a segundo, la aprobación de sus compañeros. Vienen a clase con las preguntas escritas en un trozo de papel, que examinan subrepticiamente en espera de su turno y sin tener en cuenta la discusión que puedan haber planteado sus compañeros en aquel momento.

Ha ocurrido algo entre el primer curso y los cursos superiores, y no es sólo la adolescencia. Yo diría que es en parte la presión de los compañeros contra el que destaca (excepto en deportes); en parte que la sociedad predica la gratificación a corto plazo; en parte la impresión de que la ciencia o las matemáticas no le ayudan a uno a comprarse un coche deportivo; en parte que se espera poco de los estudiantes, y en parte que hay pocas recompensas o modelos para una discusión inteligente sobre ciencia y tecnología … o incluso para aprender porque sí. Los pocos que todavía muestran interés reciben el insulto de “bichos raros”, “repelentes” o “empollones”.

Pero hay algo más: he visto a muchos adultos que se enfadan cuando un niño les plantea preguntas científicas. ¿Por qué la Luna es redonda?, preguntan los niños. ¿Por qué la hierba es verde? ¿Qué es un sueño? ¿Hasta qué profundidad se puede cavar un agujero? ¿Cuándo es el cumpleaños del mundo? ¿Por qué tenemos dedos en los pies? Demasiados padres y maestros contestan con irritación o ridiculización, o pasan rápidamente a otra cosa: “¿Cómo querías que fuera la Luna, cuadrada?” Los niños reconocen en seguida que, por alguna razón, este tipo de preguntas enoja a los adultos. Unas cuantas experiencias más como ésta, y otro niño perdido para la ciencia. No entiendo por qué los adultos simulan saberlo todo ante un niño de seis años. ¿Qué tiene de malo admitir que no sabemos algo? ¿Es tan frágil nuestro orgullo?

Lo que es más, muchas de estas preguntas afectan a aspectos profundos de la ciencia, algunos todavía no resueltos del todo. Por qué la Luna es redonda tiene que ver con el hecho de que la gravedad es una fuerza que tira hacia el centro de cualquier mundo y con lo resistentes que son las rocas. La hierba es verde a causa del pigmento de clorofila, desde luego a todos nos han metido esto en la cabeza, pero ¿por qué tienen clorofila las plantas? Parece una tontería, pues el Sol produce su máxima energía en la parte amarilla y verde del espectro. ¿Por qué las plantas de todo el mundo rechazan la luz del sol en sus longitudes de onda más abundantes? Quizá sea la plasmación de un accidente de la antigua historia de la vida en la Tierra. Pero hay algo que todavía no entendemos sobre por qué la hierba es verde.

Hay mejores respuestas que decirle al niño que hacer preguntas profundas es una especie de pifia social. Si tenemos una idea de la respuesta, podemos intentar explicarla. Aunque el intento sea incompleto, sirve como reafirmación e infunde ánimo. Si no tenemos ni idea de la respuesta, podemos ir a la enciclopedia. Si no tenemos enciclopedia, podemos llevar al niño a la biblioteca. O podríamos decir: “No sé la respuesta. Quizá no la sepa nadie. A lo mejor, cuando seas mayor, lo descubrirás tú.”

- Y puede que te den un Nobel por ello – añadiría yo.

Así que recordad: no hay preguntas estúpidas. La única pregunta estúpida es la que no se hace. Aunque podáis meter la pata, nunca tengáis miedo a preguntar si no sabéis algo. Y tampoco tengáis miedo de que se rían de vosotros por ello: esos que se ríen, ni conocen la respuesta ni se atreven a preguntar. Y si la conocen, poco más aprenderán.

Fuentes:
“El mundo y sus demonios“, Carl Sagan
“Els secrets de la felicitat”, Sebastià Serrano

Tomado de historias de la ciencia el 6 de junio de 2011


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viernes, 27 de mayo de 2011

La búsqueda de la felicidad provoca frustración




Satisfacción, alegría, positivismo… en el imaginario colectivo estos términos están relacionados con la felicidad, definida desde diversas perspectivas. La Real Academia Española, por ejemplo, recoge en su diccionario esta definición de felicidad: “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”, mientras que para el filósofo griego Aristóteles, ser feliz era sinónimo de autorrealizarse y, para el también filósofo Epicuro, la felicidad consistía en experimentar placer intelectual y físico y conseguir evitar el sufrimiento mental y físico.

Ya sea desde una perspectiva filosófica o religiosa, la búsqueda de la felicidad es uno de los fundamentos de la vida. Pero disfrutar de este estado de ánimo puede tener su lado negativo, tal y como ha revelado un estudio realizado por un equipo de psicólogas procedentes de diversos centros de investigación: la Universidad estadounidense de Yale, la Universidad de Denver y la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Según las autoras del estudio, la felicidad no debe ser concebida como algo universalmente bueno. Asimismo, las investigadoras afirman que no todos los tipos y grados de felicidad son igualmente buenos, e incluso perseguir la felicidad puede hacer que la gente se sienta peor.

La investigación fue publicada por Perspectives on Psychological Science, una revista de la Association for Psychological Science.

”Las personas que quieren sentirse más felices pueden elegir entre una multitud de libros que les guíen sobre cómo hacerlo. Sin embargo, fijar una meta de la felicidad puede ser contraproducente”, asegura June Gruber, investigadora de la Universidad de Yale, directora de la presente investigación y también directora del Laboratorio de Psicología y Emociones Positivas. Grube ha colaborado en este trabajo con Iris Mauss, de la Universidad de Denver, y Tamir Maya, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

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June Gruber, responsable del estudio. Fuente: Universidad de Yale.
Las investigadoras señalan que una de las muchas desventajas de la felicidad es que las personas que luchan por encontrarla pueden terminar peor que cuando comenzaron.

No vale todo para ser feliz

Para llegar a sentir la felicidad, las herramientas que a menudo se sugieren en libros de autoestima o de ayuda personal son dedicar tiempo cada día a pensar en las cosas que te hacen sentir feliz, contento o agradecido, así como también la creación de situaciones que con total probabilidad se traduzcan en felicidad, entre otras muchas recomendaciones.

Pero, según Gruber, estas acciones no siempre tienen el efecto deseado porque: “Cuando las practicas con la motivación o la expectativa de que dichas actividades deberían hacerte feliz, éstas pueden llevarte a la decepción y provocar en consecuencia una disminución de la felicidad".

A estas conclusiones llegaron Mauss y sus colaboradoras, tras realizar un estudio en el que constataron que las personas que leyeron un artículo de prensa alabando el valor de la felicidad se sentían peor después de ver una película con una trama feliz, que la gente que leyó un artículo en el que no se mencionó la felicidad. La razón estriba, según las psicólogas, en la posibilidad de que las personas del primer grupo se hubieran sentido decepcionadas. Dicen, además, que cuando las personas no terminan siendo tan felices como esperaban, su sensación de fracaso puede hacer que se sientan aún peor que al principio.

La felicidad extrema, otro problema

Por otra parte, las investigadoras han puesto de manifiesto que demasiada felicidad puede suponer un problema. Así lo confirmó otra investigación, que consistió en el seguimiento de un grupo de niños desde la década de 1920 hasta su vejez. En este caso, se constató que aquéllos que murieron más jóvenes estaban considerados por su entorno –consultaron a sus profesores-, como personas muy alegres.

Las investigadoras creen que esto se debe a que quienes se sienten extremadamente felices no suelen pensar de forma creativa, y también tienden a tomar decisiones más arriesgadas.

Para explicar esta afirmación, ponen como ejemplo a personas con alguna manía o que sufren trastorno bipolar. Éstas tienen una percepción superior de las emociones positivas que pueden llevarles a tomar decisiones de riesgo, como puede ser el abuso de sustancias, conducir demasiado rápido o gastar sus ahorros. Pero incluso para quienes no tienen un trastorno psicológico, "demasiada felicidad puede resultar perjudicial”, constata Gruber.

Redes sociales y felicidad

Por otro lado, las investigadoras analizaron la "felicidad inapropiada", que es aquélla que se siente cuando no se debe sentir, como al mismo tiempo que otra persona está llorando por la pérdida de un ser querido o cuando se recibe la noticia de que un amigo ha resultado herido en un accidente de tráfico.

Al igual que en el caso de la felicidad extrema, Gruber y su equipo de trabajo constataron que este tipo de felicidad, que puede surgir en momentos inadecuados, puede producirse en personas con alguna manía concreta.

Por último, las psicólogas descubrieron lo que realmente parece aumentar la felicidad. "El dinero o el reconocimiento externo a través del éxito no son los factores más influyentes en la obtención de felicidad”, señala Gruber: "Lo realmente significativo son las relaciones sociales", apunta.

Por tanto, según el estudio, la mejor manera de alcanzar la felicidad es, precisamente, dejando de lado la preocupación por ser feliz y aprovechar toda esa fuerza mental para conseguir entablar lazos sociales con otras personas: "Si hay algo que quieres resaltar y enfocar, hay que concentrarse en eso. Todo lo demás vendrá como tenga que venir”, afirman las investigadoras.

Tomado de tendencias21.net el 27 de mayo de 2011

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domingo, 6 de marzo de 2011

Confirmado: ser feliz alarga la vida

Una revisión de más de 160 estudios, llevada a cabo por un equipo de la Gallup Organization de Princeton (Estados Unidos), permitió constatar de forma "clara y convincente" que los individuos que reconocen ser felices viven más y con mejor salud.


El profesor de psicología Ed Diener analizó diferentes estudios a largo plazo con personas, algunas pruebas experimentales en las que también se incluían animales y otras investigaciones que evalúan el estado de salud de gente estresada por fenómenos naturales.

"Se revisaron ocho tipos de estudios", dijo Diener, reconociendo que "la conclusión general es que el bienestar es subjetivo -a diferencia del estrés o la depresión- y, en cada caso, contribuye tanto a la longevidad como a una mejor salud".

Uno de estos estudios, en el que participaron casi 5.000 personas desde su juventud hasta la vejez mostró que aquellos que eran más pesimistas solían morir más jóvenes que sus compañeros.

En otra investigación, en la que se hizo seguimiento a 180 monjas, se observó que aquellas que escribieron autobiografías positivas a los 20 años sobrevivieron más que las que recordaban de forma más negativa su vida juvenil.

Los experimentos realizados con humanos en laboratorio mostraron que los estados de ánimo positivos reducen las hormonas relacionadas con el estrés, aumentan la función inmune y favorecen una pronta recuperación del corazón después del esfuerzo.
http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/salud/confirmado-ser-feliz-alarga-la-vida_8967081-4

domingo, 13 de febrero de 2011