viernes, 4 de mayo de 2012

La felicidad sí se puede comprar, dicen en Harvard

Michael Norton docente de Harvard afirmó que si es posible comprar la felicidad, si se invierte plata en los demás. En un conversatorio reciente, afirmó "gastar dinero en ti miso no te hace más feliz, pero hacerlo en los demás, sin importar como ni cuanto, puede mejorar el estado de ánimo".

"Si usted piensa que el dinero no puede comprar la felicidad, no lo esta gastando adecuadamente", aseguró Norton. "Hay que dejar de pensar en que producto adquirir para el goce personal y preocuparse por que obsequiar", manifestó a The Huffington Post.

"El dinero no nos hace felices porque estamos pensando en cosas equivocadas y además porque siempre pensamos en nosotros mismos", aseguró Norton.

Numerosos estudios han demostrado que la gente que gastaba su dinero en otras personas obtenía felicidad, al contrario no sucede nada con las personas que invierten en ellos mismos. Según una investigación de Gallup citada por Norton, los ciudadanos de los países caritativos son más felices.

Norton dijo que en un estudio de la Universidad Británica de Columbia, a los estudiantes que se les dio el dinero y lo gastaron en otros se convirtieron fueron más felices, diferencia de los que invertían en si mismos. El mismo efecto se encontró en Uganda.

"Compartir una copa con los compañeros de trabajo no es tiempo perdido", afirmó Norton. De hecho, las empresas que gastan dinero en 'happy hours' tienen un mejor desempeño según un estudio citado por el docente.

"El dinero a menudo nos hace sentir muy egoísta y que hacemos las cosas sólo para nosotros mismos", dijo Norton, pero "el gasto en otras personas tiene una mayor retribución para usted que el gasto en uno mismo."

Comprar un pequeño regalos para la madre puede tener el mismo efecto de bienestar como apoyar un gran proyecto de caridad.

"La forma especifica de gastar en otras personas no es tan importante como el hecho de hacerlo para ser feliz", dijo Norton. "Usted no tiene que hacer grandes cosas con su dinero para lograr la felicidad. Usted puede hacer cosas triviales y aún así obtener estos beneficios al hacerlo."

La investigación de Norton no es la primera en afirmar que el dinero lleva a la felicidad, hasta cierto punto. Personas que ganan más de 50.000 dólares al año están más satisfechas con sus vidas que las que ganan menos de esa cantidad, según una reciente encuesta de Maristas.

En un estudio realizado por la Universidad de Princeton también encontró que un gran salario, más de 75.000 dólares, conduce a una vida más feliz. Después de obtener esa cantidad, el dinero no tiene ningún efecto sobre la felicidad, según el estudio.

Por supuesto, el umbral de la felicidad es mayor en las ciudades con costo de vida caro, según The Wall Street Journal, que comparó el costo de 163.000 dólares al año en Nueva York en 2010, con 62.000 en Pueblo, Colorado.


domingo, 15 de abril de 2012

Ser feliz es cuestión de método

Hoy estoy un poco así, como de lunes, de vuelta de vacaciones y de mi jefe me acaba de hacer pedazos el ego. También estoy un poco así, como de me intoxiqué el sábado, llevo dos días a punta de Pedialyte y creo que deliro un poco. Hoy es uno de esos días en los que si no me ganara el sentido de la responsabilidad, habría llamado a la oficina a decir que estoy enferma (lo cual no es mentira) y me habría quedado todo el día en mi cama, con las persianas cerradas, viendo series en Internet arrunchada con mi gato. Vamos, que para resumirlo: Hoy estoy triste.

Yo no sé ustedes qué piensen, pero a mí la felicidad no se me suele dar así, naturalmente. Y no es que yo sea una persona infeliz, pero quiero decir que para ser feliz hay que hacer un poquito de esfuerzo… en mi caso particular por lo menos. Uno tiene que poner de su parte, estar en la actitud correcta y saber aprovechar las oportunidades cuando llegan.

El tema con las oportunidades es que a medida que pasan los años, creo yo, se presentan cada vez menos claras. No vienen con un anuncio de neón que dice “hola qué tal, encantada, yo soy una oportunidad de ser feliz, aprovéchame”. Normalmente vienen con trabas, con pegas, con problemas, porque para nadie es un secreto que nada en la vida es gratis.

Creo que la felicidad es un bien escaso, precioso y por lo tanto, caro. Creo que para ser feliz hay que hacer sacrificios y me jode un montón cuando alguien más por pereza o por miedo o por lo que sea, se rinde ante un obstáculo detrás del cual puede estar la felicidad. Sobre todo si estamos hablando de MI felicidad. Y sí, es verdad que nadie le garantiza a uno que este va a ser el último obstáculo o que detrás de él, como en los programas de concurso de TV, está el premio. Pero es que en la vida no hay garantías de nada.

Así que en los días como hoy, en los que me haría llorar hasta el comercial en el que Inextra convertía el platón en una lavadora, tengo que aferrarme más que nunca a la convicción de que mi felicidad está dentro de mí y que lo de fuera son complementos, accesorios, en definitiva prescindibles. Y que si ha de venir alguien, tendrá que ser alguien que sepa lo que quiere, que esté dispuesto a luchar cuando las cosas se pongan difíciles y a esperar cuando el tiempo parezca detenerse. Y sé que pido mucho, lo sé, pero es que creo que lo merezco, así como la persona que esté conmigo merece que yo dé de la única forma como se dar: sin reparos.

Así que insisto, ser feliz tiene su ciencia. Hay que proponérselo, hay que intentarlo y hay que trabajar en ello. En días como hoy, en los que la felicidad me esquiva, yo juego a que soy la protagonista de una película, me pongo los audífonos mientras camino a la oficina y pienso que es la banda sonora de mi vida. Pienso que soy valiente, aunque hoy no esté feliz, que soy independiente, aunque hoy no esté feliz, que soy valiosa, aunque hoy no esté feliz. Y pienso que cuando la felicidad vuelva yo estaré aquí esperándola, sonriendo y oyendo música.

@Soltérica

http://www.alomujeres.com/blogs/vdlrvmm/ser-feliz-es-cuestion-de-metodo

miércoles, 29 de febrero de 2012

Donde encontrar la felicidad

Todos la buscan, todos la desean. Como una paradoja, se vende todo por conseguirla y se adquiere de todo por conservarla. La felicidad es ese escurridizo anhelo que pide ser permanente y que se confunde con lo efímero. ¿Es lo mismo alegría y felicidad?, ¿depende de las circunstancias el ser feliz?, ¿de mí?, ¿es objetiva o subjetiva?, ¿en dónde la podremos encontrar?

Sin duda, para nosotros cristianos, la felicidad constituye una serie de realizaciones, proyectos y especialmente una gran armonía entre la paz, la verdad y el bien; es ahí en donde podremos llegar a una verdadera felicidad. Les dejo esta historia, como reflexión, a raíz de la experiencia que tuvo San Agustín, en la cual decía, "tarde te amé dulzura tan nueva y tan antigua; tarde te amé, mientras yo te buscaba fuera, Tú estabas dentro ¿dónde encontrar la felicidad?".

En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer una travesura. Uno de ellos dijo: "Debemos quitarles algo a los humanos, pero, ¿qué les quitamos?". Después de mucho pensar uno dijo: "¡Ya sé! vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar". Propuso el primero: "Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo", a lo que inmediatamente repuso otro: "No, recuerda que tienen fuerza, alguna vez alguien puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está".

Luego propuso otro: "Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar", y otro contestó: "No, recuerda que tienen curiosidad, alguna vez alguien construirá algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará". Uno más dijo: "Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra". Y le dijeron: "No, recuerda que tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad".

El último de ellos, era un demonio que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada una de ellas, y entonces dijo: "Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren". Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo ¿dónde? El demonio respondió: "La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán". Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así "El humano se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae consigo".

Estar contento es estar lleno de contenido. Si la vida está llena de contenido, se experimenta esa sensación de plenitud; y así, se puede ser feliz en momentos de dolor o de sufrimiento, porque se está hablando de un ser feliz y no ya de un estar feliz, dependiente del tiempo que dure, o de las circunstancias que lo rodeen. Aquí te va el decálogo del hombre feliz:

1. Conocerse bien a uno mismo, y tener interioridad.
2. Ser realista y exigente.
3. Puesta en práctica de un proyecto de vida.
4. Gran dosis de coherencia.
5. Método a seguir: orden, constancia y disciplina.
6. Seguir un comportamiento natural, no artificial ni forzado.
7. Equilibrio entre el corazón y la cabeza.
8. Apoyarse en una jerarquía de valores y tener sentido del humor para las situaciones críticas.
9. Personalidad equilibrada en sus actividades y en sus responsabilidades.
10. Tener una vida social estable en comunicación y compañía.

http://es.catholic.net/meditaciondehoy/

viernes, 20 de enero de 2012

La vida, como una colcha de retazos

Solo se necesita un metro de tierra, una gallina y una almohada para ser feliz. Solo se necesita una vaca, un arbusto de moras y un sembrado de lechuga para ser feliz. Solo se necesita una cocina, un cuarto con ventana y un piso de tierra para ser feliz. Solo se necesita tres lápices de color, una hoja y el silencio para ser feliz. Solo se necesita un riachuelo, una cascada y un pájaro a lo lejos para ser feliz.

Solo se necesita un conejo, un alar y ver llover para ser feliz. Solo se necesita unas ramas de cilantro, un trigal y un cafeto para ser feliz. Solo se necesita un árbol, el viento y el sol para ser feliz. Solo se necesita bien-decir a otro, abrazarlo y sonreír para ser feliz. Solo se necesita cerrar los ojos, soltarnos al universo y ver qué nos dicen los sueños para ser feliz.

Un universo personal, cuántico, iluminado; hecho de nosotros mismos, como una colcha de retazos: sencilla, variopinta, humilde, rica, colorida, colaborativa.

Colcha de retazos en Usaquén, Bogotá.


Tomado de
http://www.ecbloguer.com/carlosmunera/

sábado, 14 de enero de 2012

Hay tanta humanidad esperándonos

Podríamos callar, mirarnos a los ojos y sonreírnos.
Podríamos encontrar en esos ojos una humanidad profunda
y entrar en ese territorio de la magia que es el territorio de la vida.
Podríamos creer que vivimos más allá de existir, a pesar de nuestro cáncer, a pesar de nuestro dolor…


A pesar de nuestras pequeñas miserias hay tanta grandeza en la semilla humana…
Hay tanto en nosotros esperando para ser, para fructificar, para amar…
Hay tanta humanidad esperándonos en las fronteras, esperando un encuentro entre el Norte y el Sur, entre el Oriente y Occidente… para así encontrar ese sol del centro del ser humano.
Hay tanto en nosotros esperando revelarse, recrearse, fructificar.
Somos semilla y a partir de ese potencial infinito, de ese océano interior podemos re-encantar: la vida.
Podemos volvernos a crear y así divertirnos y gozar.

¿Y si de pronto pensáramos todos que el sentido de la vida es la felicidad?
¿Y si nos atreviéramos a ser felices?
¿Cómo sería eso?
¿Cuáles serían los ingredientes de la felicidad?
¿Si pudiéramos identificarnos con el ser que somos y no con la sombra, la apariencia o la dependencia?
¿Y si de repente volviéramos a ser lo que somos, auténticos, creadores de nuestros propios días?
¿Si pudiéramos entrar de lleno en ese río profundo de la vida que nos habita en cada instante, para encontrar en su cauce, corrientes de amor?
¿Si pudiéramos despertar ese torrente amoroso que habita en nuestra sangre…?
¿Si pudiéramos reencontrar la fuerza de nuestra propia identidad y así nos completáramos los unos a los otros?
¿Si pudiéramos, como Pablo Neruda decir: “Súbete conmigo a nacer, hermano”?
¿Si pudiéramos entrar en nosotros y aceptarnos reconocernos y amarnos…?

Dejar de buscar a Dios en el exterior y descubrir que estaba allí en nosotros,
esperándonos en nuestro propio corazón con su infinito potencial.

¿Si el único partido que tomáramos fuera a favor del ser humano y nuestra única religión, la del amor, y nuestro único método, el de la hermandad?
Descubriríamos que cada cosa, cada evento es un maestro con el alma como aprendiz.

¿Si nos bajáramos de los pedestales del orgullo, de la maestría y del materialismo de una vida repetitiva
y nos inventáramos la vida y regresáramos a la inocencia y ésta no fuera una inocencia ingenua, sino consciente? Entonces, volveríamos a ser como niños, porque el Reino de la inocencia es el Reino de los Cielos
y él está en nosotros y es un templo de relaciones…

¿Si miráramos al dolor y la enfermedad como un Maestro?
¿Si aprendiéramos la lección y más allá de la culpa y más allá de la carga pudiéramos liberar la levedad de ese aprendizaje y con esa levedad ascender?
Hay seres humanos que creyeron en imposibles y los realizaron.
Ahí están con la desnudez de su autenticidad.
No tuvieron más escudo que su conciencia del amor y su corazón abierto.
Soñadores de imposibles que nos demostraron que los imposibles se realizan cuando creemos en nosotros.
Cuando creemos en nosotros activamos el potencial de un Dios que no es externo, sino que es interior, un Dios que nos acompaña y nos da su energía y su fuerza.

¿Es posible ser felices?

Sí, es posible, a pesar del dolor, pues el dolor no es lo contrario de la felicidad.
Es posible ser felices a pesar de la muerte, pues la muerte no es lo contrario de la vida.
Es posible ser felices a pesar de la tristeza, pues la tristeza no es lo contrario de la alegría.

La felicidad es ese sentimiento leve de compasión y de aceptación que te lleva por la vía del Ser.
La felicidad es ese sentimiento incondicional en el que tú amas porque te da la gana, porque sí, porque llueve o hace sol; en cualquier caso sin ninguna condición.
La felicidad sólo puede partir de ti.
No es exterior, no depende de tu economía…
La gente hoy, tiene una economía dos veces superior a la de hace treinta años, pero es dos veces más infeliz.
La felicidad no depende de los conocimientos.
El conocimiento sin corazón es destructivo.
De repente, adquieres un cáncer y descubres ese estado interior desde el cuál también puedes ser feliz.

La felicidad es una construcción interior, parte de un paraíso interno.
El Paraíso no es ajeno, tú lo pintas y entras después en él.
Tú lo creas y lo re-creas.
En la felicidad no hay un Dios exterior.
Tú eres a imagen y semejanza de ese Creador que habla en tu palabra,
mira en tu mirada y ama con tu amor.

¿Podríamos entonces vislumbrar nuestro camino hacia la felicidad?
Sí. Ese camino es un camino de retorno.
Es un camino de consciencia.
Es un camino que libera porque no está hecho de dependencias.
Nada que te ate, nada que te amarre, nada que conduzca al poder… te lleva a la felicidad.
Más poder no da más felicidad, si no, más dependencia.
Más placer no constituye más felicidad.
Más vivir para los sentidos hace que pierdas el sentido.

La felicidad es un camino hacia el sentido, un sendero que empieza en tu interior y termina en tu interior.
Tú eres el centro del universo cuando eres consciente de ti.

La felicidad parte de la atención que es el uso fundamental de la conciencia.
Cuando estás atento, te centras y eres dueño de ti mismo y de tu potencial.
Cuando estás atento, generas un láser con tu propia consciencia y ahí habitas
y tienes el movimiento, la vida y el ser.
Cuando estás atento, construyes un espacio interior que te conecta con el infinito.
Cuando estás atento, construyes el instante y en ese instante eres eterno.
Cuando estás atento, te reconoces a ti mismo y vuelves a nacer de ti mismo, siendo el parto y el partero;
eres el Creador, porque naces de ti y regresas a tu conciencia.
La atención es el momento más importante de la consciencia,
es el momento de la creación en el que descubrimos el presente, es el tiempo de la sincronicidad, el tiempo de la resonancia.

Uno nace al presente por la renuncia al pasado, al deshipotecar la vida de los condicionamientos del pasado.
Tenemos la vida hipotecada con las expectativas hacia el porvenir
y entonces nos perdemos el lugar de la vida que es este instante.
Este instante es sagrado porque en este instante, y no en otro, vive el ser.
Allí no hay tener, allí no hay placer, allí solamente bulle el ser y ese ser es lo que somos: potencial infinito que nos habita, Dios tan inmanente como trascendente…
Ese Dios Universal se interioriza en nosotros y convierte la vida en algo mágico.
Ese Dios nos humaniza y nos redime.
Ese Dios permite que el reino mineral cante y baile y que el reino vegetal florezca y que el reino animal pueda sentir. Ese Dios permite que el ser humano tenga las alas del pensamiento y desde las alas del pensamiento restaure la intuición, la visión de la totalidad.
Desde esa visión de la totalidad nos unimos de nuevo en el maravilloso Camino de Regreso al Creador,
que Es y Somos.

El primer paso a la felicidad es la autenticidad.
La autenticidad es una genuina identidad, una identidad única, original;
es la identidad que nos hace íntegros…
La vida es creativa cuando es única.
La vida es arte, se goza, se inventa a cada momento.
Cuando eres único vives la magia del amor.
El amor no se gasta, no es repetitivo, no se fatiga, el amor no es rutina, ni condición…
Es una fuerza magnética, atractiva que te renueva a cada instante.
Cuando te puedes renovar a cada instante eres único.
Cuando eres único, te das cuenta de que eres importante, porque eres irrepetible y no tienes competencia posible, porque puedes compartir, te puedes entregar sin temor a perderte y con cada entrega te vas a renovar,
te vas a completar y además, vas a completar al otro con tus ojos, con tu abrazo, con tu palabra, con tu silencio, con tu compañía, con tu presencia…
Así puedes disfrutar la vida.

Primera clave para la felicidad: sé como tú; no como nadie más, único, irrepetible y original.
Da tu propia nota en la sinfonía de la creación, esa nota que es necesaria porque no hay dos seres humanos como tú. Cuando tú no pretendes ser como nadie más que como tú,
entonces descubres esa corriente hermosa del Creador que eres,
y entras en el mundo maravilloso de tu tierra, de tu raíz, de tu savia,
entras en el lugar desde el que puedes re-nacer.
Si no tienes ese útero que te está pariendo, que es tu propia identidad,
si no te aceptas, si no te amas, si no te afirmas, nada podrás encontrar.
Autoafírmate para que te completes, para que completes el universo.
Ello no sería posible si no te hubieras perdonado.

Lo más duro en el momento de la muerte es la culpa, no el cáncer o es el dolor.
Lo más doloroso es el miedo al más allá, al infierno de esa falsa creencia de que hay un Dios castigador,
el temor oculto de que Dios no te va perdonar.
Pero Dios es amor, y donde hay amor no puede haber juicio.
El juicio está dentro de ti, el infierno está dentro de ti y eres tú quien lo ha construido.
Sin embargo, podrías construir un paraíso.

La pregunta es: ¿cuentas contigo, te aprecias, te valoras, te reconoces?
Ese es el primer paso en el sendero de la felicidad.
Es un paso hacia el interior.
Encuéntrate contigo, en tu centro.
Respira profundo y siente la maravilla de la vida.
El sol brilla para ti, los pájaros cantan para ti y el aire y de la magia de la mañana soplan para ti.
El universo celebra tu presencia cuando tú te presentas ante ti.
Entonces, descubres tu rostro, que no es otro que el del amor, recuperas tu poder y entras en comunión.
Vives en alegría y levedad y ya no tienes el peso del cuerpo, de la culpa, del condicionamiento…
Aceptas tus luces y tus sombras.
Reconocerás la nota clave de un corazón que nace y muere a cada instante.
La muerte y el renacimiento del corazón es la sístole y la diástole, dura un solo segundo.
En cada segundo el corazón se da entero.
Si el corazón guardara una gota en cada segundo,
en una hora tendríamos insuficiencia cardiaca.
Hermoso sería que nosotros pudiéramos atender esa ley del corazón y así en cada segundo,
desde tu identidad, entregar y fructificar sin medida.
Ese fruto dulce de tu vida se hizo para dar.

Cuando ya tengas tu tierra y tu paraíso, multiplica tus semillas,
porque así, dándote, se liberan y es dando como recibimos.
Cuando nos damos descubrimos nuestra genuina identidad, nuestra tierra, nuestro paraíso.
Cuando hay un yo aparece un tú.
Entre el tú y el yo se genera un movimiento de resonancia, de comunicación coherente, de diálogo.
Surge ahí una inteligencia que representa tu capacidad de adaptarte a la vida.
No hay una inteligencia espiritual, separada de la inteligencia molecular.
Es una inteligencia dinámica y adaptativa: tu capacidad de adaptación a la vida.

El segundo movimiento hacia la felicidad es la adaptabilidad.
Adáptate a la vida, al cambio, a la corriente.
No te resistas pues produces calor, desgastas tu energía.
Cuando no te resistes, la vida pasa a través de ti y te refresca y te fecunda.
Necesitas del otro para mirarte, reconocerte, observarte en ese espejo y poder modificarte y crecer hacia un nuevo ser.
Esa nueva tierra tuya ha sido fecundada por el tú, cuando el tú cabe en el yo, entonces surge la maravilla del nosotros.
En nuestros estudios hemos comprobado que allí donde hay más confianza en los demás:
en el vecino, en el de al lado, en el gobernante, en el empresario…,
allí donde hay más confianza porque hay más transparencia y más honestidad, hay también una mayor felicidad.
Nuestra tierra es vulnerable y puede así germinar.
Nosotros somos también vulnerables y nos podemos adaptar.
Nuestra adaptabilidad es nuestra mejor fortaleza.
¿De qué esta hecha nuestra vulnerabilidad?
Está hecha de flexibilidad. No tenemos que ser perfectos.
Cuando somos auténticos y a la vez somos flexibles podemos germinar.
Cuando el propósito del alma germina, entonces nos podemos realizar.

La segunda clave es por lo tanto humildad.
La humildad es la clave del aprendizaje, sólo desde la humildad podemos abrir nuestro corazón y sensibilizar nuestra piel, todas nuestras pieles, la piel de nuestro campo mental, de nuestro campo emocional y abrirla a la caricia del cosmos.

Vulnerabilidad, humildad y flexibilidad son las claves para la nueva vida,
para recuperar el poder de servir y disfrutar.
El orgullo nos impide disfrutar, porque el orgullo nos separa.
El orgullo divide y destruye el territorio de la conciencia, que es el territorio del nosotros.

Dos movimientos pues hasta el presente:
El yo interno que nos conduce a la autenticidad y en segundo lugar la adaptabilidad para llegarnos al tú y construir un nosotros.

Ahí viene la tercera condición para la felicidad, la más difícil de todas: la vida cambia y todo muere.
No hay nada constante.
Todo muere salvo el cambio.
No te resistas al cambio.
El cambio te introduce en una corriente de transformación y transmutación que permite al Espíritu fecundarte.
El cambio es fuerza transmutadora.
No temas el caos, pues es la matriz del cambio.
No temas la oscuridad, pues son reveladores de la luz.
Cuando aceptamos las transformaciones y las transmutaciones podemos ascender en la savia de la evolución, florecer y dar nuestro fruto.
Cuando nos reconocemos, encontramos la crisis aseguradora del cambio.
Vivir es un proceso de cambio permanente.
Cuando tenemos crisis, la vida se bifurca y no vuelve a ser la misma.
El cuerpo es un instrumento del ser y el ser es ese proceso de cambio permanente que nos empuja en un proceso de aprendizaje continuo…
Vivir es encender un fuego interior,
es convertir el conocimiento en sabiduría que nos permite desenvolvernos en un proceso de cambio permanente.
En el presente podemos siempre aprender del pasado.
Podemos cambiar la historia aprendiendo las lecciones.

Hay dos tipos de seres humanos: los aprendices y las víctimas.
Tú puedes optar por una u otra vía.
Puedes optar por dejar de ser víctima de tus creencias.
Recuerda que ellas también pueden ser dagas o cáncer, pueden ser fatales.
Tú terminas convertido en aquello que crees de ti.
Tú creas el universo en el que crees.
Si tú crees que eres culpable, te castigarás de mil maneras.
Si tú crees que no eres digno, te enfermarás.
Podrías, sin embargo, mirar al pasado, con ojos de presente, de presencia y de amor, no para quedarte en el dolor de tu pasado, sino para aprender la lección que dejaste de aprender.

Todas las lecciones aprendidas te ayudan a disfrutar de la Presencia que habita en tu presente.
Los problemas los podemos volver a re-vivir desde la consciencia y no desde la culpa o el condicionamiento.
El problema no es lo que nos pasó, el problema es cómo vivimos lo que nos pasó.
Si pudiéramos dejar el rol de la víctima,
podríamos resolver esos aspectos cruciales que siguen congelados en nosotros.
La historia no es lo que pasó, sino la lectura que haces de ella.
Si no dejas ir a las cosas, éstas se siguen reflejando en tu fisiología, en tus relaciones, en tu vida…,
turbando tu felicidad.
La sensibilidad nos puede liberar o nos puede matar.
Si la abordamos desde la posición de la víctima, se convierte en lágrimas de cocodrilo, en sensiblería y nos predispone a la manipulación que es el terreno de la inconsciencia.
Eso no es una verdadera relación humana, pues hay posesión, chantaje…
En el terreno de la sensiblería todos somos víctima.
¡Que se acabe ese territorio de la sensiblería y el chantaje emocional y asumamos nuestra responsabilidad!
Cuando nos duele la vida es que nos estamos despertando.
No necesitamos tantos analgésicos.
De pronto, necesitamos un dolor más grande para saber lo que éramos.
De pronto, alguien necesita ver la cara de la muerte para constatar el valor de su vida, de su mujer, de su hijo…
Tal vez tengamos que ver en la cama a nuestro hijo, que tiene una leucemia,
para experimentar que es una enfermedad que no sólo tiene que ver con los glóbulos blancos, sino con la forma en que nos comunicamos.
Que no sólo tiene que ver con una radiación ionizante, sino con nuestra agresividad, con nuestro desamor…
No hay nada más radiactivo que las emociones contenida, retenidas y reprimidas.

Un día nos duele la vida y la vida nos dice que también es con nosotros y nos acerca un dolor que es un despertador. Un día vemos la proximidad de la muerte y ella nos enseña las lecciones más hermosas de la vida.
Un dolor nos hace sensibles, nos ablanda.
Todo fruto maduro es blando.
El amor deja de ser un amor duro y dominante y casi perfecto y se convierte en ternura, entonces vuelves a nacer.
La sensibilidad nos hace tiernos.
Los viejecitos se vuelven tiernos y les cuentan cuentos a los nietecitos.
Inician el camino de regreso, el camino de regreso es la ternura.
En el seno del caos renacemos.
En el caos existe un vórtice de sensibilidad infinita que nos permite transformarnos y emerger y con ello,
llega también la felicidad.
El estado de emergencia es un estado de alerta intenso, de genuina presencia, de éxtasis.
Se trata de un estado en que, aún con todas las perturbaciones, te encuentras contigo mismo.
Paradójicamente, en el ojo del huracán hay una infinita paz y adquieres un potencial infinito.
El problema no es lo que ocurra fuera, si no lo que ocurre dentro de ti.
Es posible, aún con toda la turbulencia, que mantengas tu serenidad.
La serenidad es la paz profunda e inconmovible del ser que te permite abordar los procesos de cambio sin resistencia.

He ahí la tercera vía a la felicidad: no te resistas al cambio.
Aprovecha la oportunidad de cada crisis.
Utiliza tu infinita sensibilidad.
Aprovecha las oportunidades que te brinda la vida para acceder a un nuevo potencial.
Aprovecha la bifurcación cuando la vida no vuelve a ser igual.
Aprovecha las semillas que la vida siembra en tu corazón, cuando la vida te duele profundamente.
Aprovecha el parto del caos para nacer a un orden superior y así recrear y reinventar tu vida.

La cuarta vía a la felicidad es la responsabilidad.
A un animal no le podemos pedir responsabilidad, pero sí a un ser humano.
Responsabilidad es una sensibilidad convertida en capacidad de responder.
Tu evolución está determinada por tu grado de responsabilidad.
¿A qué respondes?
¿Respondes por tus actos, respondes por ti?
¿Respondes al dolor ajeno?
La responsabilidad es una condición esencial del amor.
El amor sin responsabilidad es lo más peligroso que hay en este mundo.
En nombre del amor hemos cometido las mayores barbaridades.

La responsabilidad hace que el amor sea una verdadera respuesta a la felicidad.
El amor es reconocer lo esencial del otro.
La responsabilidad nos permite comunicarnos y corresponder.
El amor nos lleva a un universo maravilloso de correspondencias.
Todo verdadero amor surge de la amistad y toda genuina amistad es reciprocidad, es una vía que va en dos direcciones.
Donde hay reciprocidad hay resonancia, donde hay correspondencia hay correctas relaciones humanas.
Esa es la más maravillosa lección que vinimos a aprender: correctas relaciones humanas.
En ello somos todos aprendices.
Vinimos a aprender a relacionarnos.
No vinimos a aprender a ser ingenieros o abogados.
Esos son instrumentos para relacionarnos.
El hombre es un ser relacional y vinimos fundamentalmente a aprender relaciones humanas
respetuosas, responsables, liberadoras.
No son relaciones sociales para retenernos, para poseernos, para chantajearnos.
Lo son para liberarnos y completarnos.
Así transformamos la ecología de la Tierra, que no es una ecología externa.
Lo que le pasa a la Tierra es lo que le está sucediendo al corazón del hombre.
Si yo abro mi corazón, abro la tierra dentro de mí.
Si me amo y amo a mis semejantes, amo también a la tierra, al paisaje y la atmósfera.
Y si amo con un amor puro no me contaminaré.
El resentimiento es el agente contaminante.
El amor liberador existe en la reciprocidad responsable.
Amar es dar y recibir.
Hay más sabiduría en el saber recibir.
A menudo nos negamos a recibir el regalo de la sonrisa, de la mirada del otro, por no comprometernos, por no quedar en deudas.
Necesitamos infinitas deudas de amor como vía a la felicidad.
La gratitud es esa habilidad que revela tu propia luz.

La quinta y última vía a la felicidad es la sencillez.
La belleza es sencilla.
Sólo lo sencillo es integro, sólo lo que es integro nos conduce a la unidad.
La sencillez es transparencia, claridad, humildad, honestidad.
Nos permite bajar del pedestal y entrar en la corriente de la gente.
Conquistar el código de la sencillez en tu vida te lleva a ser feliz.
No se trata de ser el gigante de tus sueños, ni el enano de tus complejos…
sino de entrar en la corriente de la gente y sentirte uno con todos ellos.
Conquistar el código de la sencillez en tu vida es condición para ser feliz,
porque no tienes ninguna expectativa, porque así eres feliz con todo y a pesar de todo.
Esa felicidad te hace entrar en comunión con tu humanidad.
En esa comunión nos damos cuenta que somos la voz del Creador, que a la vez somos co-creadores, llamados a recrear la creación.
Estamos aquí para conectarnos a la gran cadena de la vida, a esa gran cadena de inteligencia cósmica, río de conciencia.
Somos mediadores entre los reinos inferiores y superiores de la naturaleza.

Cuando somos sencillos reflejamos el Alma, no para la vida eterna, sino para aquí y ahora en vivo y en directo.
Ya no sólo comunicarnos, sino fundirnos por el centro, de corazón a corazón y así entrar en esa corriente de la evolución que pasa a través de nosotros para liberarse.

sábado, 26 de noviembre de 2011

El secreto de la Felicidad tambien depende de los genes.



Con frecuencia salen a la luz estudios científicos que buscan determinar por qué la gente se siente feliz. Cualquiera pensaría que la clave está en gozar de buena salud, tener armonía con la pareja, un trabajo estable con buen salario y poder satisfacer los gustos particulares. Aunque varias investigaciones han afirmado que estos factores externos son importantes para determinar el nivel de satisfacción de una persona, un nuevo estudio del Instituto de Investigación Empírica en Economía, de la Universidad de Zúrich, Suiza, encontró que la felicidad depende también de los genes, y que algunas razas son más propensas a ella.


El trabajo, titulado Genes, Economics and Happiness, tomó por referencia algunos estudios pasados en los que se había concluido que existe predisposición genética para ser feliz. Los autores recurrieron al mismo método utilizado por estos expertos para ratificar su teoría. Reunieron a un grupo de gemelos y mellizos para preguntarles sobre su felicidad y, en el caso de los primeros, las respuestas fueron muy parecidas a las de los segundos. Esto sucede porque los gemelos comparten el 100 por ciento de su ADN, mientras que los mellizos tan solo el 50. Según Jan-Emmanuel De Neve, coautor del estudio y profesor de London School of Economics y University College London, estos resultados demostraron que "al menos un tercio del nivel de felicidad de las personas está relacionado con la genética", según dijo a SEMANA.

Sin embargo, De Neve y sus colegas fueron más allá. Analizaron el ADN de 2.500 personas y encontraron un gen que está directamente relacionado con el nivel de satisfacción de las personas. Se trata del 5-HTT, el cual ayuda a las células nerviosas a reciclar serotonina, una sustancia química ubicada en el cerebro vinculada con el estado de ánimo. Cada persona nace con dos versiones de este gen, uno por parte del padre y otro de la madre. Los investigadores descubrieron que quienes heredan las versiones cortas de dicho gen son menos felices que los que nacen con las largas.

Pero lo más interesante del hallazgo es que algunas razas son más propensas a poseer este gen en su versión larga. Aunque la muestra fue realizada con residentes en Estados Unidos, los autores dividieron los resultados por origen étnico y encontraron que el 5-HTT largo es más común en los afroamericanos, los blancos y los latinos que en personas de origen asiático. Estos resultados concuerdan con otros estudios a nivel global que revelan que en los países de Asia el nivel de felicidad es bajo, mientras que en los de África sucede lo contrario. Esto no es sorpresivo si se tiene en cuenta que ese es el continente más diverso a nivel genético, pues allí evolucionó la raza humana y surgieron todo tipo de mestizajes cuando emigraron a otros continentes.

Si bien quedó demostrado con esta investigación que la influencia genética es un hecho y determina en cierta medida la felicidad, los autores afirman que esta es muy compleja y depende también de otros factores socioculturales como el nivel de educación, el estado civil e incluso la edad, los cuales hacen variar los índices de satisfacción de la gente. "Los genes y el medio ambiente interactúan hasta cierto punto. De todas maneras, está claro que son complementarios y por sí solos no pueden determinar la felicidad de una persona", dijo De Neve a SEMANA. Este hallazgo es un nuevo paso para entender más a fondo las razones por las que algunos tienden a tener pintada con más frecuencia una sonrisa en el rostro.


http://www.semana.com/vida-moderna/secreto-felicidad/167755-3.aspx